La vida de Rubicon Bakery se inició antes de Andrew Stoloff pero, en estricto rigor, hay un antes y un después que el analista de Wall Street decidiera asumir el control de la panadería emplazada en Richmond, California.
Corría el año 2009 y nadie podía explicar por qué un tipo tan entendido en las finanzas asumía un desafío que sonaba a imposible. Sólo Stoloff tenía la respuesta. «Me enamoré de su misión: dar a la gente una segunda oportunidad. Yo era un empresario, conocía restaurantes y pensé: “¿Qué tan diferente puede ser una panadería?’ «, confiesa.
Por ello se decidió a salvar a sus 14 empleados a tiempo parcial, la mayoría de los cuales estaban tratando su adicción a las drogas o eran ex convictos. Es que el vendedor del negocio puso una única condición para vender: Mantener Rubicon Programs, la iniciativa que ayudaba a personas sin hogar, económicamente desfavorecidas o con discapacidades de salud mental.
¿Cómo actuó? Aunque no había un peso, optó por contratar inmediatamente 20 trabajadores más para satisfacer las demandas de las fiestas. A la pregunta «¿alguna vez ha sido condenado por un crimen?» muchos respondieron afirmativamente, pero en vez de cerrarles las puertas, los contrató en Rubicon Bakery.
«Algunos funcionaron y otros no», dice Stoloff. Pero los que lo hicieron, ¡qué gente increíble! Me rompió el corazón verlos trabajar tan duro en la panadería, pero luego ir por la calle donde pedían prestado dinero para pasar el mes o ir de vacaciones». Por ello la panadería ejecutó un programa que proporciona préstamos sin interés entre 50 y 3 mil dólares. Rubicon ha prestado US$ 150.000 en cuatro años, con sólo tres préstamos no devueltos.
Con medidas como eso fidelizó a sus trabajadores y al empresario de 53 años mal no le fue: Hoy en día, la panadería al por mayor tiene US$8 millones en ventas anuales y 105 empleados a tiempo completo, que además ganan entre 8.50 y 24 dólares por hora, reciben seguro médico y les pagan vacaciones.
«No sólo estamos haciendo lo correcto al dar a la gente una segunda oportunidad, además he descubierto que es genial para los negocios», agrega Stoloff. Y los trabajadores no paran de agradecer su espíritu.
«Fue como Dios envió a Andrew a esta panadería», afirma Sheila Young-Eberhart, de 55 años, gerente de aseguramiento de calidad de la panadería, hoy rehabilitada de su drogadicción y uno de los 14 empleados originales que trabajaron para la tienda cuando fue administrada por una organización sin fines de lucro.
Otros como David Johnson, de 44 años, técnico de mantenimiento de la panadería y ex convicto, es uno de los que llegó tiempo después. «Ni siquiera podía contar cuántas veces me habían rechazado», dice y agregó que, en Rubicon Bakery, finalmente se siente como en casa.
Fuentes :
www.people.com www.abc7news.com www.csmonitor.com