Luego de las prolongadas cuarentenas que están afectando a muchas ciudades en el mundo, mucho cambiará, especialmente nuestra forma de buscar alimento.
En este artículo plantearemos más preguntas que respuestas. Prometemos buscarlas o al menos colaborar a entender el por qué no las tenemos actualmente.
Hace solo 50 años, alrededor del 70% de los productos que se encontraban en los supermercados se cultivaron, produjeron o procesaron en un radio de 150 kilómetros. Hoy, los alimentos que consumen en gran parte del planeta han viajado, en promedio, 2.500 kilómetros antes de llegar a tu boca. ¿Qué pasó con la comida local en el mercado global de hoy?
Si la comida viaja, es importante que la información sobre el producto viaje con ella para asegurar su origen. En muchos casos, también puede haber un intermediario entre la granja y el consumidor, como un restaurante o una tienda minorista. Pero la pregunta sigue siendo: ¿cómo define este intermediario «comida local»? ¿Y esa definición cumple con las expectativas de los consumidores? Aquí es donde entra en juego la gestión de la cadena de suministro, creando una red conectada entre socios para compartir la información correcta.
¿Cómo se aprecia esto entre los clientes? De acuerdo a la investigación mundial de consumidores generada por la consultora británica GlobalData, el 70% de los consumidores asocia productos locales o de proximidad con bienes más frescos y el 62% cree que dichos productos favorecen a la economía local.
Nos relata Global Alimentaria; “Los consumidores de todo el mundo han comenzado a adoptar la tendencia de comprar alimentos que cuentan con el reclamo de ser «locales» o «de proximidad». Quieren saber el origen de lo que comen, de dónde provienen sus alimentos, cómo se elaboraron y quién los hizo. Pero además, los productos de proximidad generalmente se perciben como de mayor calidad, más sostenibles y con un sabor superior a las alternativas de producción «en masa». El caso es que todos estos factores son cada vez más importantes para un consumidor que incluso está dispuesto a pagar un poco más si con ello puede ayudar a crear empleos, promover la economía de zonas rurales, ayudar a la conservación de las tradiciones locales o proteger el medioambiente”.
Lo que define a un producto como próximo es la identidad que tiene un producto alimenticio local en el mercado, específicamente, ya sea un producto o un producto con un carácter territorial especial.
Esta dimensión es importante porque distingue aquellos alimentos que son locales simplemente porque se cultivan y venden dentro de un área geográfica particular, de aquellos cuya evolución está dominada por debates sobre la autenticidad y la protección de la propiedad intelectual. La segunda dimensión es la naturaleza de las relaciones productor-consumidor en el sistema, específicamente, si son próximos o distantes.
Un número cada vez más grande de consumidores se están apartando de manera activa de los alimentos producidos industrialmente que han viajado a veces cientos de kilómetros para llegar a los supermercados cercanos. En su lugar buscan ofertas de origen local que les permitan saber más sobre el origen de los productos, cómo se producen y cuál es su impacto en el medioambiente y en las economías territoriales.
Las empresas y emprendedores alimentarios que están asociándose a esta tendencia de la proximidad también se ligan al movimiento «Slow Food», que señala que la comida debe saborearse y disfrutarse sin prisa. Comer debe ser un placer y el disfrute de un momento tranquilo.
Fuentes :
www.mar-tret.com www.globalalimentaria.com www.journals.openedition.org