Hay algo intensamente provocador en la moda y las tendencias en su capacidad para oscurecer nuestros fundamentos, incluso volviéndolos obsoletos a los ojos de generaciones enteras.
Sin embargo, esto no impide vivir al margen de estos ciclos. En última instancia, esta superfluidad solo sirve para enmascarar la falta de sustancia de todos estos enfoques autoproclamados innovadores, disruptivos o incluso progresistas. Mejor aún, la vida sería aún más placentera, gracias a una sencillez y valores redescubiertos (como la infantil costumbre de sacar una marraqueta calentita e ir comiéndola de regreso a casa luego de comprar el sagrado kilo de pan para la hora de once).
Siempre es un placer ver a panaderos artesanos jóvenes, apasionados y talentosos lanzándose de esta manera; rompiendo con las convenciones establecidas y expresándose libremente en esta profesión. Quizá, más mañana que hoy, la Panadería Artesanal debe ser y será plural. Ojalá nos sigan dando ganas de caminar hacia la panadería del barrio, por ahora con alcohol gel en los bolsillos y la boca y nariz tapadas por la mascarilla KN95.
La panadería contemporánea se está polarizando entre una gran mayoría que produce un pan mediocre, estandarizado, hecho con prisas -que no hace honor al milenario nombre que tiene-, y una minoría que parece por fin estar recuperando el aprecio por el pan.
En este sentido, el pan va muy por detrás de los otros dos alimentos de la trilogía mediterránea; hace décadas que las gentes del vino y el aceite se han volcado en la revalorización de sus productos, explicando los detalles y matices de la elaboración, y haciendo que el consumidor se interese por las variedades y sus características. La panadería pequeña tiene aquí una gran oportunidad -que nunca ha perdido-, ya que el contacto directo y diario con el panadero sirve de vínculo y transmisor de valores.
Debemos estar ávidos por restituir a las panaderías esta imagen de locales cálidos, acogedores y continentes; esto no excluye una forma de modernidad, que es muy necesaria para serenar a los consumidores en términos de higiene y para adaptarse al panorama comercial, pero el corazón del oficio debe ser respetado para conservar la coherencia y defender una imagen que sea relevante y diferente de la profesión. Este último elemento es esencial: en lugar de integrarse en el paisaje, quizá sea mejor que la profesión deba conservar sus especificidades, que le han permitido sobrevivir al tiempo y las modas.
Fuentes :
www.painrisien.com www.mercadosytendencias.cl/branding/el-pan-nuevo-de-cada-dia/ www.panbatido.com