La producción de alimentos es quizá una de las actividades más significativas que el ser humano desarrolla y ha sido un elemento clave en el progreso y evolución de la humanidad.
Y este axioma se demuestra porque los productos alimenticios se encuentran entre los bienes más comercializados en el mundo. A medida que los mercados se globalizan y la población mundial siga creciendo, la cadena de suministro de comestibles se seguirá ampliando en escala y complejidad. Precisamente debido a que estas megatendencias influyen en la producción y distribución masiva de alimentos, el cumplimiento de la seguridad alimentaria nunca ha sido más significativo.
A diferencia de la nutrición, donde los tratamientos están sujetos a protocolos estandarizados basados en las necesidades alimentarias humanas, la inocuidad alimenticia debe tener en cuenta una amplia gama de factores como el clima, la geografía, los sistemas socioeconómicos y estructuras políticas. Como resultado, los programas que implementamos son específicos al contexto y están diseñados para satisfacer las necesidades específicas de cada comunidad y las características de cada crisis.
Como expone Felipe Fernández-Armesto en su libro “Historia de la Comida”; “No existe ni ha existido ninguna actividad humana que preocupe a más gente y por tanto tiempo en sus vidas, como la comida”. Es en torno a los alimentos que se desarrollan un conjunto de dimensiones de nuestra existencia que van desde su esencialidad vital, en sus fundamentos nutricionales y sanitarios, hasta llegar a los de la cocina y la gastronomía vinculados al placer sensorial y la creatividad artística e intelectual, pasando por dimensiones económicas como objeto de consumo, sociales, como indicador de poder y relaciones cambiantes, y dimensiones ambientales, en su vinculación con la sustentabilidad de las prácticas productivas.
«Y todos quienes trabajamos en el mundo de los alimentos sabemos que por las manos (muchas veces literalmente) de quienes los producen pasa el delicado equilibrio que existe entre hacer de los alimentos bienes que cumplan con esas expectativas multidimensionales en forma segura o que se transformen en fuentes de peligros que, sin siquiera darnos cuenta, nos exponen a riesgos que pueden comprometer nuestra salud, bienestar y calidad de vida, en forma muy significativa. Es por ello que buena parte del tiempo nos la pasamos diseñando e implementado políticas, planes y programas que desde la regulación, la fiscalización y la inspección nos permitan asegurar a los consumidores elevados estándares de inocuidad de los productos presentes en los mercados. Esto demanda enormes esfuerzos que permiten solo formalmente y desde la coerción, gestionar los riesgos» señala Michel Leporati en el portal chileno Aqua.
Así entender la inocuidad, más allá de sus dimensiones técnicas, como un compromiso ético del conjunto de la sociedad, como una conducta responsable, como la manera correcta de hacer las cosas, es el gran desafío que se nos plantea desde este nuevo paradigma.
Fuentes :
www.sesotec.com www.achipia.gob.cl www.aqua.cl