Por gentileza de Soprole Food Professionals nos reunimos con Erich Hermann Kreitling para saber más de esta tradicional casa repostera chilena con raíces austriacas.
Todo comienza así, y de labios de nuestro entrevistado; “Mi papá (Alejandro Hermann Lammer) llegó a Chile en 1939. Él emigro en 1936 de Austria y se fue a Argentina. En aquellos tiempos Chile no estaba siquiera en el mapa, no lo conocía nadie. Se fue de Austria unos años antes de iniciarse la guerra, cuando vio que la cosa no estaba bien. Tenía trabajo un día a la semana y estaban llamando al servicio militar a todos los jóvenes, entonces habló con su hermana que ya había emigrado hacia Argentina y llegó a América del Sur. Allá le hizo mal el clima. Trabajó en una pastelería alemana y el médico le recomendó que se viniera a Chile. Tomó el tren trasandino. Llegó a Santiago, y al bajarse del tren, esas cosas de la vida, se encuentra con un amigo de su pueblo y ambos se sorprenden mucho al encontrarse; ninguno de los dos sabía que el otro había emigrado”.
¡Gran coincidencia Don Erich!
Si. Mi papá le dice; «Mira, yo vengo recién llegando y estoy buscando dónde alojarme». El amigo le da la dirección de una hostería dónde estaba viviendo, y le dice; «yo me caso en una semana más y me voy». Llegó entonces a esa dirección, toca la puerta y ¿quién le abrió? Mi mamá. A los seis meses estaban casados.
Mi mamá (Hedwig Kretling) nació en Chile pero también son descendientes de austriacos, salvo mi abuelo que era berlinés, alemán. Él llegó a Chile en 1914 en un buque escuela alemana… él era marino y estalló la primera guerra mundial y prohibieron la salida de los barcos. Se quedó. Trabajó en un montón de partes, incluso en las salitreras hasta que llegó a la Fábrica de Papel de Puente Alto, esa fábrica la instaló mi bisabuelo en 1901.
Y la narración de Don Erich tiene una precisión de fechas que nos sorprende. Recuerda con mucha exactitud cada fecha importante, no solo de la pastelería fundada por su padre, sino también de su vida en general. Ha sido en todo momento para nosotros como equipo de RedBakery el poder conversar con alguien que tiene en la punta de la lengua no solo parte de la historia reciente de la pastelería nacional sino también recuerdos de un país de otras décadas, donde todo se hacía muy distinto a hoy. Es además, una historia de esfuerzo, de penas y alegrías, un relato de emociones.
¿Y cuál fue el siguiente paso de su papá?
En 1940 mi abuelo compró el terreno de Avenida el Parrón, porque el vivía al lado en el Parrón 71. Allí mi papá comienza con el tema de la pastelería. Él venía con su título de Pastelero desde Austria. Antes había encontrado trabajo en el Café Marta en el centro de Santiago.
En el verano la gente del café mandó a mi papá a trabajar en el Hotel Internacional de Algarrobo y allá estuvo tres meses con los agradecimientos del dueño, porque mi papá incluso se levantaba temprano para hacer pan. ¿Por qué compró el terreno? Porque en el hotel de Algarrobo el dueño le dijo; «Mire, a usted lo mandaron para acá porque allá no lo van a recibir de vuelta» Entonces mi papá se vino a Santiago, se presentó a la cafetería y empezó a trabajar solo.
Y en ese terreno empezó en una mediagua haciendo pasteles e iba a donde los vecinos ofreciendo su repostería. Luego se compró una bicicleta, más adelante un triciclo y salía a repartir en junio de 1940, cuando comenzó. Tenía después incluso clientes en la Alameda, frente a la Gratitud Nacional y todos esos kilómetros los recorría en su triciclo. Años más tarde, en 1960 abrió el primer local de Pastelería El Parrón que está en Gran Avenida.
En aquella casa, cuyas fotografías del recuerdo que guarda con cariño, nació nuestro entrevistado. La historia de Pastelería El Parrón tiene todas las cuotas de esfuerzo y trabajo inimaginables, es un relato emocionante, cargado de coincidencias, esfuerzo, amor por lo que se hace… y miles de sueños.
La web de la Pastería El Parrón nos agrega datos de los orígenes; “Alejandro Hermann Lammer nacido en Austria en 1911 en la ciudad de Salzburgo cursó sus estudios en Graz. Paralelamente hizo su aprendizaje en pastelería, recibiendo su título de maestro pastelero en 1930. Emigra en 1936 a la Argentina desempeñándose en una prestigiosa pastelería alemana, pasa una temporada en Uruguay. Llega a Chile en 1939 contratado por un Café y en 1940 después de trabajar en la época de verano en Algarrobo, se independiza instalándose en La Cisterna, transformándose con el tiempo en una empresa familiar que se mantiene hasta la fecha. Desde 1959 trabaja con su hijo Erich Hermann Kreitling, quien actualmente se desempeña como Gerente General de la empresa. En 1980, se incorpora su nieto Federico Frings Hermann, quien actualmente desempeña en cargo de Gerente de Personal y Producción. En 2001 se incorpora su nieta Ana María Hermann Tirado, se desempeña en el cargo de Gerente Comercial y posteriormente su bisnieto, Sasha Frings Uribarri. Completando así, la cuarta generación dedicada a la empresa”.
Volvamos al relato Don Erich. Luego del triciclo, ¿Cómo se modernizó el reparto de la pastelería? Y ¿cómo se incorporó usted a la empresa de su papá?
El primer auto mi padre lo compró en 1959. Tenía un amigo, sacerdote salesiano, de la Gratitud Nacional que le dijo, «Tome, este auto es para usted». Y le pasó las llaves, «Páguelo como pueda, es suyo». Era un furgón Fiat 1100. Se lo ofreció para que dejara el triciclo. Los fines de semana yo acompañaba a mi mamá en el furgón ya que a ella esos días le tocaba repartir. Yo nací en la pastelería, ni siquiera en el hospital… ahí mismo.
Comencé a trabajar con mi papá. Dejé la escuela. El director del colegio llamó a mi papá y le dijo, «¿Sabe qué?, su hijo no es bueno para el estudio». Cuando me preguntó si quería trabajar con él, dude ni un instante… tenía 15 años. Luego hice un curso de electricidad y refrigeración, también aprendí de un amigo mecánico, siempre con ganas de aprender.
Los dos hijos de mi hermana trabajaron conmigo, uno de ellos lleva 35 años en la pastelería, el otro falleció de un infarto bastante joven. Mi hermana sigue en el local de Gran Avenida.
Y uno de los hitos importantes fue el momento en que su papá le entrega el mando del negocio familiar. ¿Cómo se gestó?
Mi padre era una buena persona y muy generoso, pero tenía un carácter impredecible. A los 80 años, sufre un cáncer a la médula, lo operaron y continuó, tiempo después otro cáncer, esta vez al estómago. No quería dejar la pastelería, por su salud una mañana le dije «Papá, ¿hasta cuándo?» Me quedó mirando, se dio media vuelta y se fue. A la hora de almuerzo nos sentamos y me dice, «De aquí en adelante tú vas a manejar todo, yo no me voy a meter más». Esto ocurrió hace ya 30 años. En ese momento mis sobrinos comenzaron a trabajar con nosotros y nos vimos obligados a buscar nuevos horizontes para la pastelería. Ya teníamos el local de La Florida, ese lo abrí yo, y despúes con mis sobrinos abrimos en San Bernardo y en Maipú.
Las cafeterías llevan dos años de actividad. Nacen por iniciativa de los hijos de mis sobrinos. Una está en Moneda (Santiago Centro) y la otra en San Bernardo.
¿Planes a futuro para Pastelería El Parrón?
Estamos trabajando en la apertura de una pastelería en Miami, USA. Ahora en marzo del 2021 deberíamos partir, se llamará Los Alpes. Para allá se van los dos hijos de mi sobrino, tres pasteleros más otro repostero que se agregó y que trabajó en Austria.
Y tienen otro plan ya en ejecución; están incursionando en desarrollar una plataforma de venta online propia, para ajustarse a los nuevos tiempos. Con la planta que actualmente poseen, claramente pueden producir más.
“¿Nuestro producto estrella? Todo lo que sea Mil Hojas. La Torta Mil Hojas es la que todo el mundo nos pide. Si me preguntas a mí… no me entusiasma, yo prefiero la de bizcocho, bien remojadita. Como la Tres Leches, me encanta” Erich Hermann Kreitling, dueño de Pastelería el Parrón.
Pastelería el Parrón y su larga relación comercial con Soprole
“La Crema es el producto Soprole que más usamos. Cuando empecé con mi papá en 1959 él ya trabajaba con ellos. Las leches llegaban en botellas de vidrio, la crema llegaba en tarros de aluminio de 50 litros”. La crema Soprole, es una de las mejores del mercado, por su calidad, mantiene color, sabor y estabilidad nos indica Don Erich, graficándonos así lo diferentes que son hoy los empaques de estos productos de uso profesional.
Recordemos que Soprole fue fundada en 1949 por un grupo de visionarios agricultores lecheros de la Zona Central, con el objeto de poder integrar la producción de leche, su procesamiento y la venta de productos finales al consumidor. En un principio, la compañía se dedicó a la fabricación y distribución de leche pasteurizada, queso fresco y mantequilla, en la ciudad de Santiago. En 1951, inaugura en la capital su primera planta pasteurizadora. La distribución era casa por casa, llevando sus productos diariamente a todas aquellas personas y familias que tuviesen acciones de la empresa y a los pequeños almacenes, pastelerías y panaderías que en esa época eran sus canales de distribución.
“La gente de Soprole nos ha atendido bien siempre. El que se conocía como porteador que atendía a mi papá era un hombre bonachón, luego nos atendió por un buen tiempo Antonio Conti y siempre me trataron con cariño. Nada de qué quejarme. Mi evaluación con Soprole como proveedores es excelente, casi 70 años de relación comercial con ellos”, nos indica Don Erich.
“No es en realidad un secreto, pero nuestra masa de hoja es la receta clave de Pastelería El Parrón. Nadie la hace como la hacemos nosotros. Tuvimos un maestro por mucho tiempo que hace cuatro años nos visitó, trabaja ahora en Antofagasta y allá hace la masa de hoja del Parrón. Le piden la receta y él no la entrega” Erich Hermann Kreitling, dueño de Pastelería el Parrón.
¿Y cuál será, a su juicio el resultado de estos agitados meses?
El balance del 2020 se verá a fin de año, pero por supuesto que estar parados por cuatro meses va a influir en el resultado. La semana del Día de la Madre es por lejos la época del año en que más se venden tortas y pasteles y ese periodo este año no lo pudimos trabajar. Los santos por ejemplo ya no se celebran. Cuando yo comencé a trabajar el día que más se celebraba era San Juan. Actualmente es mayo el mes más fuerte en la pastelería.
Cuatro generaciones, 10.000 tortas mensuales, cuatro exitosos locales, dos cafeterías… las cifras son impresionantes y dignas de elogio. La zona sur de Santiago tiene en Pastelería El Parrón un representante de calidad para todo el rubro repostero nacional. Entre la preparación de su famosa masa de mil hojas, la variedad de tortas de bizcocho y la repostería helada, y gracias a los auspicios de Soprole Food Professionals, nos despedimos de Don Erich con un ¡hasta pronto! y deseando tener a «Pastelería El Parrón» por muchos años más.
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