«Quiero un barquillo doble de frutos del bosque y pistacho con topping de sirope de chocolate, por favor», es una petición que hoy es habitual en muchas gelaterías en nuestro país.
Así es. En Chile el consumidor está más sofisticado en el consumo de sabores y presentaciones, porque después de todo somos el país sudamericano que más consume este delicioso producto con ocho litros al año por persona. ¿Siempre ha sido así?
Era diametralmente diferente el panorama hace unos años, cuando los helados eran de consumo exclusivo de los meses de calor y prácticamente desaparecian en invierno –Era muy díficil encontrar en tu local habitual ese helado de marca que tanto te gustaba–, pero la gente del marketing decidió posicionarlos como un postre y nos acostumbró a comerlos todo el año.
En el universo más sencillo, mi niñez la recuerdo de la mano de los helados de paleta de Savory como el Lolly Pop, Stereo, Crocanty, Cremino y el infaltable Chocolito. En esa linda época de infancia al inicio del año escolar, o al finalizarlo, se compartía un fresco Lolly Pop de vuelta a casa con los hermanos o los amigos del colegio. Esperábamos con ansias que uno de los palitos trajera el anhelado “Vale Otro”. Eso significaba correr inmediatamente a cambiarlo y repetir la historia. ¡Una gran aventura!
Las marcas Bresler y Chamonix completaban la triada más famosa de empresas del rubro en un mercado más bien pequeño en comparación con el actual. En esos años también competían en el rubro heladero las marcas LB del sur y Panda con su «chocolito de las micros», el Choco Panda.
¿Y en el invierno? A veces conversábamos acerca de cuál sería la novedad del verano y al respecto hubo dos hitos que quiero destacar: el Danky 21, un helado de leche con pasas al ron que fue publicitado como «prohibido para menores», apelando a su inocente carga de licor. El otro fue el «Nogatonga», también de cono bajo la marca Savory, cuyo desafío era decir de memoria su largo nombre: nogatongamegalosomanjarchafafrinilofo. Sin duda, sedujo a toda nuestra generación y que desde 1979 ha sido un auténtico clásico que ha vendido más de 100 millones de unidades. Un exitazo de los creativos que, apelando a la complicación de las letras, generaron una marca que recordamos millones de chilenos hasta el día de hoy.
Otro gran momento de esos años eran las muy esperadas casatas del día domingo que hasta comienzos de los años 80’s se vendían en envases de cartón. Lúcuma, chirimoya, frutilla, chocolate, chirimoya alegre, piña y la brick, de tres colores eran la oferta habitual. Luego apareció San Francisco de Loncomilla con su catálogo sofisticado y empezamos a conocer y explorar los helados artesanales, los pura fruta y dejar un poco de lado los cargados a esencias y saborizantes de aquellos años y apreciarlos en su gusto real.
Dulzura y frialdad, una mezcla que nos acompaña con alegría desde niños.