La Heladería Vía Flaminia, ubicada en la zona norte de Buenos Aires, cuenta con una creación de creciente popularidad en su país y entre los muchos turistas que llegan a probarlo.
No invierten en publicidad ni tienen entre sus prioridades posicionarse en las redes sociales, sin embargo suman y suman seguidores. Desde que abrió sus puertas en el año 1965, el boca en boca le bastó para convertirse en un ícono del barrio y de la ciudad (Incluso hace unos años fue locación de una muy popular película llamada “El Robo del Siglo”). ¿Qué la diferencia de cualquier otra heladería? El tamaño de su helado gigante, que llega a medir, en algunos casos, entre 50 y 70 centímetros de altura.
«Avenida del Libertador al 14699, allí abrió sus puertas Vía Flaminia en 1965 y desde entonces conserva su esencia y fachada característica. Fue fundada por Antonio Capraro, un inmigrante italiano de la región de Véneto, y por su mujer Amparo (quien actualmente tiene 89 años y casi todos los días se la puede ver en la heladería). Don Antonio, como lo llamaban cariñosamente los vecinos del barrio, antes de incursionar en el mundo de los helados había sido chofer de larga distancia. Fue recién en 1960 cuando instaló su primera heladería en Villa Ballester y la llamo «Venecia», en honor a su tierra. Allí aprendió los secretos de las recetas y la importancia de la buena materia prima», relata los orígenes de esta heladería el diario La Nación de Argentina.
La creación de este “cucurucho” (Así le llaman allá al helado en barquillo), surgió de la cabeza del propio Antonio Capraro con la intención de llamar la atención de los clientes más pequeños. Para lograrlo realizaron centenares de pruebas hasta conseguir dominar la técnica exacta para que esta montaña de helado no se derrumbara. Para elaborarlo, según puntualizaron a medios de comunicación locales, se colocan 300 gramos de producto en el barquillo y luego se lo estira dándoles precisas palmadas. La torre luego es bañada completamente en chocolate fundido tibio, para luego petrificarlo en un balde congelado.
Hay otros sabrosos antecedentes que podemos capturar del medio Cronista de Argentina; «Los casi 50 gustos de helado que tienen en su vidriera son elaborados de manera artesanal en el fondo del negocio. Pero, además del largo cucurucho, también tiene otra particularidad: sus paletas de despacho. No son las mismas que utilizan otras heladerías y por eso, aseguran, uno de los requisitos para contratar a alguien es que no tenga experiencia previa en otras cadenas para poder aprender su uso más rápido».
Y son innovadores en varios frentes. Según relata Sandra Capraro, la actual dueña de la emblemática heladería; “Fue la primera heladería de la Provincia que abría todo el año, porque antes todas cerraban en invierno y, como la gente no estaba acostumbrada a tomar helado en esa época del año era muy aburrido”. En uno de esos inviernos, donde no había mucho más para hacer que pelar nueces o atender de manera muy esporádica a algún cliente, el aburrimiento dio paso a la creatividad y a Antonio Capraro se le ocurrió una idea descabellada; hacer helados gigantes.