Disfrutar de un gustoso plato en un restaurante es toda una experiencia que guarda en nuestra mente recuerdos, rostros y lugares. Así lo reflejó la extraordinaria película Ratatouille.
Este sector ha estado en el centro de grandes cambios en los últimos dos años, con cierres y toques de queda que obligaron a los establecimientos a cerrar sus puertas. En aquellos tiempos en los que era imposible cenar en un restaurante o incluso en sus terrazas, mucha gente se acostumbró a pedir sus platos favoritos para llevar. Tanto si no tenían ganas de cocinar como si deseaban probar nuevos platos sin dejar la comodidad de su hogar (¡y el pijama!), muchos recurrieron a los servicios de comida a domicilio. La pandemia también aceleró la tendencia del trabajo remoto, lo que reforzó estos nuevos hábitos. Como resultado, hoy en día menos personas salen a almorzar, cenar o a tomar un café con algún colega o amigo.
La gran mayoría de nosotros recordamos la historia animada que los estudios Pixar nos entregaron hace ya más de 15 años y que muchos disfrutamos en pantalla gigante y luego por canales de cable. Es un film que trata acerca del bello arte de cocinar; de quién cocina, de quién ayuda a quién cocina, de quién lo come, de quién opina y de quién simplemente lo disfruta. Y he aquí la pregunta; ¿por qué comer fuera de casa? Los restaurantes son, casi por definición de nacimiento, espacios de sociabilización de mucha riqueza, porque sentarse a compartir lo que se come es una experiencia vital que nos acompaña desde los inicios de la civilización.
“El cliente perfecto para nosotros, es aquel que quiere ponerse en manos del restaurante. Puede que nos digan lo que les gusta o no les gusta, y luego nos dejan cocinar para ellos”, leí en una de las fuentes que he utilizado para redactar esta crónica… y esa debiera ser siempre la visión y misión de todo restaurante, pizzería, sanguchería o picada. Por cierto es uno de los mensajes que nos deja la película Ratatouille; dejarse llevar por la experiencia que nos ofrece el restaurante. “¡Sorpréndeme!” exclama en ella Anton Ego, el severo crítico culinario, quien también nos enseña a apoyar a los nuevos restaurantes; «El mundo suele ser cruel con el nuevo talento, las nuevas creaciones. Lo nuevo necesita amigos».
Comer en un restaurante es uno de los grandes placeres de la vida, un placer esporádico digamos, porque no siempre los presupuestos alcanzan para salir muy seguido. Es un gusto no tener que planificar una comida, cocinarla y lavar los platos después. Salir a comer ofrece variedad e inspiración. ¡Y no solo en un sentido gastronómico! A muchos nos encanta la forma en que algunos restaurantes hacen que la comida se vea especialmente atractiva. Lo hacemos un poco en casa, pero con mucho menos estilo. Para muchos, es una forma de recargar su reserva social, quizá probar nuevas tendencias gastronómicas o disfrutar del plato que siempre buscamos, reunirnos alrededor de una mesa alegre con familiares, amigos y colegas… los restaurantes sirven mucho más que una simple comida.
¡Ha llegado el momento de redescubrir los singulares placeres de salir a comer! Esta invitación a dejar tu nido abre las posibilidades de sorprender a tu paladar con ingredientes inesperados y especiales del día que no siempre están disponibles en delivery. También está el ambiente del restaurante, las recomendaciones en persona del chef y los camareros, todo lo cual se combina para crear experiencias multisensoriales que no se pueden duplicar en casa.
Prepárate para estar cómodo. Cualquiera que sea la razón por la que elijas almorzar y/o cenar en un restaurante determinado, si tu objetivo es disfrutar, entonces haz todo lo que puedas para lograrlo. ¿En última instancia? Sal y relájate. Eso es lo primero que quieres hacer. Salir a cenar es escapar. Olvídate de lo que haya pasado el resto del día.
Comer fuera debe sentirse como si hubiera un placer mutuo entre el personal del restaurante y nosotros, los clientes. Podemos o no conocer al chef, pero la persona que trae la comida debe sentirse entusiasmada y recibir comentarios con calidez. De preferencia, hacer sentirte que no quieren nada más que complacerte. Estos restaurantes son difíciles de encontrar.
En los últimos años, nuestro restaurante favorito cumplió con todos estos criterios. El local tenía su estilo propio, no era lujoso, pero la comida consistía en platos perfectamente preparados de todo tipo, traídas a la mesa desde la cocina en el orden en que se cocinaron. Debido a que comíamos allí con frecuencia, llegamos a conocer a las personas que lo dirigían y podíamos bromear con ellos sobre todo tipo de cosas, incluso el dueño se sentaba en nuestra mesa a conversar de la vida. Era una dosis más de disfrute, el que no siempre debe pasar por la comida. Hay más, mucho más.
Hace poco nos dieron la triste noticia que cerrarían.
Con mi marido no hemos logrado reemplazarlo aún, pero estamos buscando…
Fuentes:
El Mostrador
Restaurants & Bars
Cleveland