Mantener una relación honesta, justa y equilibrada con clientes, proveedores y el personal que trabaja con uno es hoy, más que nunca, un imperativo en Chile y en el mundo.
En la universidad, en tiempos de mis estudios para ser periodista, asistí a una cátedra dictada por un extraordinario profesor; se trataba de “Ética Profesional”. Fueron clases de alta reflexión, donde había profundo análisis en la responsabilidad que uno tiene para con sus semejantes, con el ejercicio de la profesión y con la sociedad en general. Se trata de respetar y respetarse.
En un mundo cada vez más competitivo y globalizado, la ética y el sentido de la responsabilidad se han vuelto imperativos para cualquier emprendimiento que busque consolidarse en el mercado y mantener una relación sana y duradera con sus clientes y empleados. Estos principios, esenciales en todo tipo de negocio, cobran aún mayor relevancia en el ámbito gastronómico, donde la satisfacción del cliente y la calidad del producto son fundamentales para el éxito.
En el contexto de emprendimientos como pizzerías, panaderías y pastelerías, donde la experiencia del cliente y la percepción de calidad pueden marcar la diferencia entre el triunfo y el fracaso, la ética se convierte en un pilar fundamental. Desde el momento en que el cliente cruza la puerta, este espera no solo encontrar deliciosos productos, sino también recibir un trato respetuoso y cordial. Es en este punto donde la ética y la responsabilidad entran en juego.
Primero y ante todo, la ética en el Bakery, a mi personal juicio, implica ofrecer productos de calidad, a precio accesible y con ingredientes frescos y sanos. Los emprendedores de este sector deben ser conscientes de que los alimentos que elaboran pueden afectar la salud y el bienestar de los clientes, y, por lo tanto, deben asegurarse de cumplir con altos estándares de higiene y manipulación de alimentos. La confianza que los clientes depositan en estos establecimientos se sustenta en la garantía de que se prioriza la seguridad y el bienestar del consumidor.
Además, la responsabilidad con los clientes implica ser transparente y honesto en todo momento. Desde la descripción de los productos en el menú, las fotografías que sean fieles a lo que se sirve en la mesa, hasta la forma en que se comunican los precios, la información debe ser clara y sin ambigüedades. Prometer lo que se puede cumplir y cumplir lo que se promete son principios básicos que fortalecen la relación con los clientes y generan lealtad a la marca.
Por otro lado, el sentido de la responsabilidad también debe extenderse a los empleados de estos emprendimientos. Reconocer su labor y garantizar condiciones de trabajo justas y seguras es esencial para mantener un equipo comprometido y motivado. La formación y capacitación constante, tanto en términos de técnicas culinarias como de atención al cliente, también son clave para fomentar un servicio de calidad y un ambiente laboral positivo.
La ética y la responsabilidad deben prevalecer también en la relación con los proveedores y otros socios comerciales. Pagar a tiempo, cumplir con los acuerdos establecidos y mantener relaciones comerciales justas son pilares fundamentales para asegurar un flujo de abastecimiento constante y una reputación intachable en el mercado.
Y en lo referente al precio a cobrar por lo que hacemos… el proceso de calcular el precio adecuado o justo para vender un producto es fundamental para el éxito de cualquier negocio. Debe ser lo suficientemente atractivo para los clientes, permitir obtener ganancias adecuadas para el emprendedor o empresa, y al mismo tiempo, reflejar el valor y la calidad percibida por el cliente.
Calcular el precio adecuado para un producto es un equilibrio delicado entre los costos, la demanda, la competencia y el valor percibido por los clientes. Requiere un análisis cuidadoso y una comprensión profunda del mercado y del público objetivo. Además, es esencial ser flexible y estar dispuesto a adaptarse a medida que cambian las condiciones del mercado y las necesidades de los clientes.
En resumen, los emprendimientos gastronómicos, como pizzerías, panaderías y pastelerías, entre otros bakerys, deben comprender que la ética y el sentido de la responsabilidad no son solo una opción, sino una necesidad para garantizar su propia existencia a largo plazo. Al respetar estos principios, se establece una base sólida de confianza con los clientes y empleados, se construye una reputación positiva en el mercado y se crea una cultura empresarial que busca siempre la excelencia y la satisfacción de todas las partes involucradas. Solo así, estos emprendimientos podrán mantenerse a flote en un mercado cada vez más exigente y que hoy, pide justicia en todo trato.