El pan y la felicidad: unión ancestral

Esta vez me referiré a un concepto asociado al consumo de este alimento vital en diferentes culturas, momentos y complejidades. Hay en el compartirlo un acto ritual.

Comenzaré este relato en el oriente… Hace ya 10 años se estrenaba una película que no llegó a los cines nacionales llamada «Pan y Felicidad» de la directora japonesa Yukiko Mishima, que explora la vida de una pareja propietaria de una panadería y las relaciones que nacen entre ellos y sus clientes. A este lado del mundo no somos muy conscientes del papel esencial que tiene la comida en la sociedad nipona. Los aromas, las texturas o los productos estacionales marcan la cadencia gastronómica en Japón, pero también subraya el ritmo vital. La acción de alimentarse en el país nipón es un rito que se exterioriza de forma natural y cotidiana, que despierta recuerdos y vigoriza los lazos entre los seres humanos y si se habla de pan, esto se acentúa.

Viajemos ahora con la imaginación al antiguo Imperio Romano. Compartiré con ustedes una cita del portal BBC Mundo; “Hic habitat felicitas o Aquí mora la felicidad, proclama una inscripción hallada en una panadería de Pompeya, unos 2000 años después que su dueño viviera y probablemente muriera en la erupción del volcán Vesubio que destruyó la antigua ciudad romana en el año 79 d. C.” Comprobamos que la relación del pan con la felicidad viene desde lejos y esto nace desde el origen; el trigo.

Los cereales son la única familia de plantas que tiene más de 4000 variedades y ninguna de ellas es venenosa. El trigo, aunque originario de oriente, se propaga por todo el planeta, por todos los continentes. Las semillas de trigo simbolizan en muchos lugares la fertilidad y la unidad. Muchos pueblos aún tienen la tradición de esparcir trigo junto a un bebé recién nacido. En lo personal recuerdo que en la casa de mis abuelos y mis padres se colocaban en un florero tres o más espigas de trigo amarradas con un cordón amarillo para “la buena suerte y prosperidad”. Cuando esta especie de amuleto se deterioraba por el paso del tiempo, se cambiaba. Yo seguí la tradición, en gran parte por esa evocación infantil.

A través de la web de RedBakery podemos revisar cientos de entrevistas a panaderos y panaderas de gran experiencia y también muchos que comenzaron recién su camino en este oficio. Prácticamente todos ellos asocian la acción de elaborar, de amasar y de cocer el pan con sensaciones similares; cuidado, paciencia, respecto por los tiempos y amor. ¿No es acaso lo que los buenos padres entregan a sus hijos?

Existe en nosotros los consumidores un profundo, muy amplio y gran desconocimiento sobre lo que hace que el pan sea pan como tal. Concretamente y para dar un solo ejemplo, las fermentaciones requieren de una atención especial del maestro y maestra panadera para que los panes queden esponjosos, aromáticos, repletos de sabores y matices. La masa es feliz y gracias a la fermentación, regala panes apetitosos.

Reunirse entorno al pan está en nuestras culturas, en libros profanos y sagrados y en el día a día. Y elaborarlo es un acto productivo, pero también de afecto.