En el siglo XIX, Europa presenció un auge en la producción de azúcar de betarraga, lo que condujo a un rápido crecimiento de una industria azucarera local.
En esta columna de opinión viajaremos al pasado para revisar un proceso muy interesante, que puede explicarnos el cómo funcionan los mercados en tiempos de cambio de materias primas y/o ascensión de nuevos productos.
Para 1840, aproximadamente el 5% del azúcar mundial provenía de la remolacha azucarera, luego de cuarenta años esta cifra se había multiplicado por más de diez, superando el 50%. Sin embargo, este panorama cambió radicalmente con la llegada de la sacarina. En 1887, el químico Constantin Fahlberg descubrió accidentalmente este edulcorante sintético mientras experimentaba con alquitrán. La sacarina resultó ser 550 veces más dulce que el azúcar de caña o remolacha, lo que la convirtió en un sustituto atractivo, especialmente para aquellos con menos recursos económicos.
A pesar de su popularidad entre los consumidores, la sacarina enfrentó una dura oposición por parte de la poderosa industria azucarera, que la veía como una amenaza a su hegemonía. La producción de sacarina era más costosa que la del azúcar tradicional, pero su alta dulzura la hacía más económica para el consumidor. En respuesta, la industria azucarera lanzó una campaña de difamación, retratando a la sacarina como un producto químico repugnante y promoviendo el azúcar de remolacha como una alternativa natural y saludable.
A pesar de los esfuerzos por desacreditarla, la sacarina se popularizó rápidamente, lo que llevó a varios gobiernos europeos a restringir su uso solo a personas con necesidades médicas específicas. En países como Alemania o Austria, la sacarina solo se vendía en farmacias con receta médica, mientras que en Suiza, donde se beneficiaba de bajos impuestos, se usaba ampliamente en la industria chocolatera. Sin embargo, las restricciones gubernamentales no impidieron que la demanda de sacarina aumentara, especialmente entre las clases menos privilegiadas. Así, nació un próspero mercado negro de sacarina, con Suiza como epicentro de la actividad ilegal.
El contrabando de sacarina pronto se convirtió en una empresa lucrativa y organizada. Toneladas de sacarina cruzaban clandestinamente las fronteras entre Suiza, Alemania y Austria, transportadas por contrabandistas expertos que utilizaban diversos métodos de ocultamiento, desde compartimentos secretos en vehículos hasta el ingenioso uso de féretros.
El comercio ilegal de sacarina tuvo un impacto significativo en la sociedad de la época, incluso inspirando obras literarias como «Der Saccharinschmuggler» (El contrabandista de sacarina), que retrata los peligros y dilemas morales de quienes se involucraban en este negocio ilícito.
Sin embargo, la era dorada del contrabando de sacarina llegó a su fin con el estallido de la Primera Guerra Mundial. El bloqueo marítimo a las potencias centrales aumentó la demanda de sucedáneos, incluida la sacarina, lo que llevó a la derogación de las leyes que prohibían su distribución pública. Con esto, el lucrativo pero breve capítulo del contrabando de sacarina llegó a su fin.
El contrabando de sacarina, aunque efímero, dejó una marca indeleble en la historia europea, recordándonos que incluso los productos más simples pueden desencadenar complejas tramas clandestinas cuando se convierten en objeto de deseo y escasez.
Esta trilogía “Remolacha – Azúcar – Sacarina” ofrece un interesante vistazo a la intersección entre la política, la economía y la cultura en Europa durante finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Aquí hay algunos antecedentes adicionales relacionados con este tema:
• Desarrollo de edulcorantes sintéticos: La sacarina no fue el único edulcorante sintético desarrollado durante este período. Otros compuestos, como el ciclamato y el aspartamo, también comenzaron a utilizarse como alternativas al azúcar. Sin embargo, ninguno tuvo el mismo impacto inicial ni generó tanto debate como la sacarina.
• Campañas de desinformación: La oposición a la sacarina por parte de la industria azucarera no fue única de este caso. En diferentes momentos de la historia, diversas industrias han lanzado campañas de desinformación para proteger sus intereses comerciales. Estas campañas suelen incluir tácticas como la financiación de estudios científicos sesgados o la difusión de información engañosa a través de medios de comunicación.
• Legislación y regulación: El caso del contrabando de sacarina resalta la importancia de la legislación y regulación en la industria alimentaria. Las leyes que restringen o prohíben ciertos productos pueden tener consecuencias inesperadas, como la proliferación de mercados negros y actividades ilegales.
Me despido por ahora y como es habitual, agradezco a RedBakery por permitirme ser parte de esta sección, que busca siempre entregar antecedentes para enriquecer el pujante mercado del Bakery en Chile. ¡Nos leemos en mayo!
Fuentes:
Batallitas
Muy Interesante
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