En tiempos convulsos; Emprender con Velocidad o Desistir

Es casi un mandato -sostienen los expertos- que quien emprende en esta década, deba ejecutar velozmente su idea. Para el caso del Bakery este tema es doblemente válido, especialmente hoy.

Sin embargo, ese imperativo requiere de contextos previos para que sea sostenible. Entre ellas el sustrato más importante es una cultura que otorgue sentido a nuestras ofertas, demandas, promesas y juicios… y analizar con calma el momento actual. Me explicaré.

“¿Qué hacer en caso de que llegue una crisis? Ser resiliente parece ser la clave para todos los emprendedores: Aquí no gana el que no se equivoca, sino el que aprende más rápido. Hay que integrar el fracaso —lo más rápido y con el menor costo posible— y aprender. Además, la comunicación con los socios, con los equipos y con los inversionistas es esencial en todo momento, no solo por la transparencia, sino también por el apoyo emocional e intelectual que te entregan”, señala una de las fuentes consultadas.

¿Qué podemos concluir? En el mundo del emprendimiento, muchas veces nos obsesionamos con los resultados inmediatos, con que todo funcione a la primera, con que las ideas prosperen apenas son sembradas. Sin embargo, el verdadero desarrollo de un proyecto —aquello que lo hace madurar con raíces profundas— ocurre en una etapa previa, muchas veces invisible, pero absolutamente necesaria: el proceso “ex ante”, donde el conocimiento se transforma en sabiduría práctica, donde las conversaciones sinceras abren caminos, y donde el azar fresco, espontáneo, permite que emerjan la creatividad, las buenas ideas y los momentos de inspiración que solemos llamar “¡eureka!”.

Hace poco leí una frase en LinkedIn que, aunque puede parecer pretensiosa, encierra una verdad poderosa que todo emprendedor debería tener presente: “La semilla pasa bajo tierra el tiempo necesario y el sembrador espera la cosecha con el saber aprendido de que no es antes ni después, sino a su tiempo”. Esa reflexión resume una de las claves más olvidadas del camino emprendedor: la paciencia activa. No se trata de esperar con los brazos cruzados, sino de confiar, entregarse con tranquilidad al proceso, mientras seguimos aprendiendo, ajustando y acompañando el crecimiento del proyecto, aunque aún no veamos los frutos.

Los proyectos sólidos no nacen de la urgencia, sino del cuidado con que se cultivan. Requieren tiempo, experiencia compartida, intuición y, sobre todo, la capacidad de saber cuándo actuar y cuándo dejar que el tiempo haga lo suyo. Convertir esta idea en un mantra personal no solo ayuda a evitar frustraciones, sino que también permite que nuestros emprendimientos florezcan con mayor autenticidad y fuerza. Porque lo verdaderamente vigoroso no se improvisa: se prepara, se acompaña y se respeta en sus tiempos.

Concretar entre los socios o co-fundadores la firma en notaría, después de tantas conversaciones, tazas de café compartidas, acuerdos implícitos y explícitos, intercambios de ideas, dudas y entusiasmos, no es simplemente un acto formal. Es el punto de partida simbólico de una aventura mucho mayor: es como lanzarse al mar abierto en una carabela que ha sido cuidadosamente reacondicionada para nuevos desafíos.

«El 65% de las startups fracasa porque se pelean los co-fundadores. ¡Mucho cuidado con quien te asocias! Es más fácil si sois complementarios en conocimientos, valores y educación y mejor hacerlo con alguien a quien conoces bien. Las empresas en las que he tenido la oportunidad de ser co-fundadora lo he hecho con personas que conocía a nivel personal y profesional», aconseja el portal especializado Mujeres Consejeras.

«Emprender en solitario no es opción», señala actualmente la academia, en ámbitos tan específicos como lo es una Facultad de Ciencias Biológicas Y hoy puede aplicarse a casi todo rubro o escenario. Cada diálogo previo, cada mirada que transmite confianza, cada pequeño aprendizaje acumulado en el camino, va reforzando esa embarcación invisible que ahora se atreve a dejar la orilla. Porque cuando dos o más personas deciden avanzar en un proyecto en común, lo que firman no es solo un contrato: es un pacto de visión compartida, de compromiso ante la incertidumbre, de fe en algo que aún no existe, pero que comienza a construirse desde ese instante.

Y sí, muchas veces esa visión parecerá “imposible” en los términos clásicos, porque rompe esquemas, desafía la lógica del statu quo o apunta más lejos de lo que las condiciones actuales permiten ver. Pero precisamente ahí está la fuerza del emprendimiento: en atreverse a navegar con determinación, sabiendo que el viento puede cambiar, pero confiando en la dirección trazada.

Firmar, en ese contexto, no es el final de un proceso, sino el comienzo de una travesía transformadora. Y como toda buena travesía, requiere preparación, confianza mutua y, sobre todo, la voluntad de ir más allá de lo posible.

Fuentes:
EMOL
Revista Emprende
Mujeres Consejeras

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