Es un excelente ejemplo para describir cómo una masa de hojaldre puede llegar a un nivel de excelencia. Sus características líneas delgadas de su superficie le dan un aura de alta elegancia.
Si buscas en Google o le preguntas a un asistente de inteligencia artificial quizá te entregue varias opciones sobre un “pan suizo”, sin embargo aquí nos detenemos en uno muy específico. Se le conoce como Pan Suizo, pero su «hábitat», su territorio, por decirlo de algún modo, es la repostería, o un camino intermedio que mencionaremos luego. Lo podemos describir como una masa de croissant con técnica de hojaldrado hacia arriba, de laminación superior. Crujiente por fuera, suave por dentro… y con rellenos maravillosos.
Aunque su nombre pueda engañar, el Pan Suizo no proviene de aquél país. Su origen está profundamente ligado a la tradición de panadería francesa del siglo XIX, cuando los maestros tahoneros experimentaban con masas laminadas para crear productos que combinaran textura, aroma y estética. Muchas de estas recetas viajaron a través de los Alpes y se instalaron en confiterías suizas, donde fueron reinterpretadas y adaptadas, dando lugar a versiones locales que luego inspirarían el nombre popular con el que hoy se le conoce en Latinoamérica: Pan Suizo.
En tierras galas se le consideraba una pieza de “viennoiserie”, una categoría intermedia entre la panadería y la pastelería, cuyo propósito era elevar el pan a una experiencia sensorial más sofisticada. Su técnica de hojaldrado invertido, con capas delicadamente trabajadas y mantequilla de alta pureza, simbolizaba la excelencia del oficio panadero. Era un pan reservado para mesas aristocráticas, salones de té y celebraciones especiales.
¿Por qué en Chile lo llamamos Pan Suizo?
La presencia de colonias europeas en Chile a fines del siglo XIX influyó fuertemente en el desarrollo de la panadería nacional. Panaderos franceses, suizos e italianos trajeron consigo no solo sus técnicas, sino también sus denominaciones comerciales. El término “Pan Suizo” se utilizó para diferenciar este producto de los croissants tradicionales, destacando su forma más alta, su estructura laminada vertical y, sobre todo, su capacidad para ser rellenado con cremas, manjar, chocolate o frutos secos.
A diferencia del croissant, que tradicionalmente se sirve sin relleno (Aunque esto ha mutado), el Pan Suizo se transformó en una pieza versátil de pastelería. En Chile se incorporó prontamente al lenguaje visual de las vitrinas de barrio, y con el tiempo pasó de ser un producto gourmet a uno profundamente arraigado en la cultura panadera local. Hoy forma parte del imaginario colectivo del desayuno dominical y de las pausas dulces de media tarde.
Datos Curiosos y Atributos Técnicos
Técnica de laminación superior: El hojaldrado hacia arriba permite que el vapor generado en el horneado expanda las capas, creando un efecto visual de columnas doradas y aireadas.
Contenido graso: Utiliza mantequilla con un porcentaje de grasa superior al 82%, ideal para lograr capas nítidas y sabor profundo.
Simbolismo europeo: En Francia y Suiza, este tipo de pan era un símbolo de estatus social y refinamiento culinario.
Adaptación chilena: En pastelerías de Santiago y Valdivia ya se documentaba su presencia en menús desde la década de los 20’s del siglo pasado, asociado a confiterías de influencia europea. Actualmente se le rellena de modo dulce o salado; Chocolate semi amargo, manzana confitada con canela y jamón artesanal con queso mantecoso son solo tres de sus múltiples variedades.
Más que un Pan, una Experiencia Cultural
Hoy, el Pan Suizo renace en la era de la panadería artesanal, donde los consumidores buscan productos con historia, técnica y autenticidad. No es simplemente un pan: es el resultado de siglos de tradición europea reinterpretada por la creatividad latinoamericana. Cada capa cuenta una historia, cada bocado nos conecta con una herencia compartida de oficios, sabores y migraciones.
En el mundo del Bakery actual, el Pan Suizo representa un puente entre el pasado y el presente. Un ícono que habla de maestría, de paciencia… y del placer de transformar lo simple en sorprendente.
Fuentes:
Kukin
Debic
Wenger Haus
