A pesar de su sencillez en cuanto a ingredientes y preparación, encierra una rica historia cultural y gastronómica que vale la pena redescubrir. Les invitamos a retroceder algunos siglos…
Frecuentemente en esta sección estamos revisando aquellas preparaciones del Bakery que, no siendo populares en nuestro país, si han dejado huella en la repostería mundial y que, directa o indirectamente, han influido en nuestras preparaciones caseras. Hoy conoceremos una delicia de tiempos medievales que goza de amplia fama en tierras hispanas.
El vocablo “melindre” proviene del latín “melimelum” que podría traducirse como “manjar dulce”, y no es exclusivo de la zona de Galicia, ya que también se usa en otras regiones de España para nombrar distintos tipos de dulces. A pesar de esto el melindre gallego se destaca con luces propias, especialmente en la provincia de La Coruña, donde es un símbolo gastronómico y cuenta incluso con su propia fiesta anual: la Feira do Melindre, celebrada en el mes de mayo.
Los melindres gallegos son una de las preparaciones más representativas de la pastelería tradicional de Galicia, región situada en el noroeste de España. Con su distintiva forma de rosquilla pequeña, glaseada y de sabor delicado, este dulce ha sido parte importante de miles de festejos de generaciones enteras.
Como otros muchos dulces tradicionales, los melindres fueron elaborados inicialmente en la ruralidad con ingredientes sencillos, disponibles localmente: harina, huevos, azúcar y manteca de cerdo. «El origen de los melindres se remonta a la época medieval, cuando los monjes de la zona elaboraban estos dulces como un alimento energético y fácil de transportar durante sus jornadas de peregrinación. A lo largo del tiempo, la receta de los melindres se ha ido transmitiendo de generación en generación, y se ha convertido en una tradición gastronómica importante en la comarca», señala una de las fuentes consultadas para la elaboración de este reporte.
Ingredientes y preparación
Como ya hemos mencionado en este reporte, los melindres gallegos se elaboran con ingredientes muy básicos, lo que ha contribuido a su permanencia a lo largo del tiempo. A los y mencionados podemos agregar dos que le dan una personalidad muy propia; Ralladura de limón o anís (según variantes) y Glasa de azúcar (clara de huevo y azúcar glass).
El proceso de elaboración se inicia con la creación de una masa firme, pero de consistencia suave, la que luego se fracciona en varias partes y se le da forma de pequeñas roscas. Luego se cuecen al horno o se fríen suavemente, según el gusto personal. Lo más particular de los melindres es su cobertura: un glaseo blanco que se incorpora una vez listos, entregándoles una capa crujiente y muy llamativa.
Modos de consumo y presencia cultural
Los melindres se consumen principalmente como postre o tentempié, acompañados de café, vino dulce o licores tradicionales gallegos como el orujo. Su textura ligeramente crujiente por fuera y suave por dentro, junto a su delicado sabor, los convierte en una delicia para todas las edades.
Además de su presencia habitual en panaderías y en muchos hogares, los melindres tienen un fuerte valor simbólico en Galicia. Se regalan como obsequio en festividades religiosas, ferias patronales y celebraciones familiares. En localidades pequeñas como Melide –también conocida como “Tierra Dulce”– son motivo de orgullo para sus habitantes, al representar un emblema cultural y económico y por lo tanto, estar protegido como producto artesanal tradicional, y su elaboración sigue estrictas normas de calidad.
Como la gran parte de la repostería tradicional de muchas naciones, esta preparación dulce es memoria colectiva, es identidad local, es la expresión de una tradición viva que resiste al paso del tiempo. Su aparente sencillez esconde siglos de historia, saber hacer artesanal y un vínculo emocional profundo con quienes los preparan y disfrutan.
Fuentes:
El Español
El Periódico, sección Viajar
La Voz de Galicia