Dulce Estallido Napolitano: Struffoli

Hay postres que no solo se comen, sino que se ovacionan. Esta maravillosa preparación italiana es uno de ellos y en RedBakery revisaremos su origen, elaboración y maridaje. ¡Comenzamos!

Se trata de pequeñas bolitas doradas, crujientes por fuera y tiernas por dentro, bañadas en miel tibia y cubiertas con frutas confitadas o chispas de colores. Un dulce caos perfectamente ordenado, típico del sur de Italia, especialmente de Nápoles, donde ningún diciembre (invierno para ellos) está completo sin este festín dorado.

Un origen lleno de historia (y miel)

El Struffoli tiene raíces antiguas, más antiguas de lo que uno podría imaginar. Algunos dicen que proviene de los griegos, quienes ya preparaban masas fritas y las bañaban en miel —de hecho, el nombre podría venir de strongoulos, que significa “de forma redonda” en griego antiguo. Otros aseguran que la receta fue llevada a Nápoles por los monjes, quienes solían preparar dulces de miel como ofrendas navideñas.

Sea como sea, el Struffoli se quedó en Italia, y con los siglos se convirtió en un símbolo de Navidad napolitana. Las abuelas lo preparan en grandes bandejas, como si cada bolita fuera una pequeña joya, y el aroma de fritura dulce se mezcla con el de los cítricos y la miel.

Cómo se hace (sin secretos, pero con paciencia)

El Struffoli no tiene misterio, pero sí cariño. Se prepara con una masa simple: harina, huevos, azúcar, mantequilla, un toque de licor (a veces anís o limoncello) y ralladura de naranja o limón. La masa se corta en pequeñas bolitas que se fríen hasta dorar, y luego se mezclan con miel caliente y confites. El resultado es un postre visual y festivo, una montaña brillante de bolitas doradas que suele decorarse con frutas confitadas rojas y verdes, o con esas pequeñas perlas de azúcar que parecen hechas para brillar bajo las luces navideñas.

Variedades regionales

Aunque el Struffoli es el más famoso en Nápoles, existen versiones similares en otras regiones italianas. En Calabria se les llama turdilli; en Umbría y Abruzzo, cicerchiata. Todas comparten el mismo espíritu: pequeñas masas fritas unidas por miel, con sutiles diferencias de sabor según el licor o la ralladura que se use.

Incluso fuera de Italia, los descendientes de inmigrantes italianos en América siguen preparando Struffoli como parte de su identidad cultural. Es un postre que viaja con las familias, con las recetas escritas a mano en papeles manchados de miel.

Maridaje y momentos perfectos

El Struffoli es un postre generoso. Va bien con vinos dulces como un Moscato d’Asti o un Vin Santo, que equilibran su intensidad con notas florales. También puede acompañarse con un espresso corto, para quienes prefieren el contraste entre amargo y dulce.

Lo ideal es comerlo recién hecho, cuando la miel aún está ligeramente tibia y las bolitas mantienen ese toque crocante. Pero si se deja reposar un día, el sabor se asienta y se vuelve más profundo, más armonioso.

Un dulce que une

Más que un postre, el Struffoli es un acto de comunidad. Se prepara en grupo, se comparte en familia y se ofrece a los amigos. Representa la abundancia, la alegría y el placer de lo artesanal. En tiempos donde todo se acelera, el Struffoli nos recuerda que hay dulces que requieren pausa, paciencia y amor.

Fuentes:
Cookpad
Massa Lubrense
Philoso Kitchen

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